domingo, 25 de mayo de 2014

Casi un mes

Casi un mes sin escribir. La verdad: una desgana absoluta. No sé si necesito unas vacaciones, unas vitaminas o un psiquiatra.

Me siento culpable: no aguanto a mi madre. Y eso me hace sentir culpable. Muy culpable. Algún día la echaré de menos, pero ahora no la aguanto. He llegado a la conclusión de que a la señora que le hace compañía desde que volvió del hospital en septiembre no se le paga por cuidarla, sino por aguantarla.

A veces no sé si soy yo quien está "sensible" a cualquier movimiento que haga o a cualquier cosa que diga, por eso no sé si necesito un psiquiatra.

Le he pedido que me deje por las mañanas un poco tranquilo y... no me hace caso. ¿Qué medida he tomado? Levantarme antes. Así que estoy hecho polvo, con un cansancio infinito. Algunos días podría haber vuelto antes a casa, y no lo hago por no aguantarla. Su capacidad comunicativa me supera: habla, habla, habla y habla sin parar y eso me atonta.

Algún sábado que estaba especialmente cansado, por ejemplo ayer, conseguí echarme un rato... apareció en mi habitación para ver si me había marchado.

Hoy me ha comprado por mi cumpleaños una chaqueta. Le advertí antes de que se marchase que no necesitaba una chaqueta y que no me aptecía una chaqueta, como quien oye llover. Me la he probado en casa y no me gusta. Ahora dudo de si no me gusta porque el color es un verde militar que no me pega, si hace unas arrugas raras en la pechera o es porque me la ha comprado cuando le indiqué expresamente que no lo hiciera, tanto a ella como a mi hermana, que fue quien la acompañó a El Corte Inglés.

La atenci´n que necesita después de la operación es muy pequeña, y vuelve a su ser habitual. Y ese ser habitual me vuelve a poner histérico.

He llegado a pensar que uno de mis grandes errores fue volver a casa a mi vuelta a Madrid hace ocho años.

Por otra parte, pienso que si ahora no aguanto a mi madre, ¿qué pasará cuando viva con M.? ¿Llegaré a no aguantarle de la misma manera? ¿Estaré harto igualmente? ¿Me haré el remolón en el trabajo para no volver a casa? ¿Se merece eso? NO.

Me ha surgido un posible viaje de trabajo a Turquía muy bien pagado. Como ya conozco Estambul, acepté por el dinero. Ahora ni siquiera me apetece ir por la pasta.

He probado vitaminas (Leotrón sube los ánimos), he probado deporte (no voy a la piscina tanto como quisiera, pero voy), y nada. ¿Seré yo? ¿Habré heredado la vena loca de la familia? Tengo náuseas. También ganas de llorar, incluso en la oficina y me da igual todo lo que ocurre en el mundo.

Ya solté la mierda que llevo dentro. No sé si sólo servirá para arrepentirme. Pero hecho está.

No hay comentarios: